martes, 21 de diciembre de 2010

Voy a ellos, y pago doble

Foto: Andre Kang/PrimeraHora
Llevan pancartas con su verdad, megáfonos con su consigna, y una convicción que pega más fuerte que cualquier macana, y que asfixia más que un gas lacrimógeno.
 
Luchan por que todos y todas podamos educarnos, porque tengamos acceso a espacio de debate crítico de ideas, porque la Universidad pública, siga siendo eso, pública.

Quisiera poder decir que no entiendo al Gobierno, pero mentiría.   Sé perfectamente por qué cargan con macanas contra ellos, por qué los patean, arrestan y les fabrican casos: les tienen miedo.   Y no es para menos. Los estudiantes no le tienen miedo al Gobierno, y eso aterra a cualquier tirano.
  • Les quitaron los portones, y los estudiantes abrazaron su facultad.
  • Los amenazaron con matones a sueldo, y los estudiantes empuñaron su lucha de clase para hacerles entender que no eran sus enemigos.
  • Les metieron la policía, y los estudiantes paralizaron la Universidad.
  • Les prohibieron expresarse dentro del Recinto, y levantaron su canto más alto, más unido, más libre.
  • Los golpean, atropellan y arrestan, y los estudiantes están más firmes, más convencidos que van por buen camino.
Lo dijo Don Quijote: “Dejad que los perros ladren, Sancho amigo, es señal que vamos avanzando”.

¿Luego de los macanazos, qué? Avanzan hacía un triunfo seguro, pues es una generación que no conoce derrotas.

Son los hijos e hijas de Vieques.  Crecieron viendo a su pueblo vencer a la Marina de Guerra más poderosa del mundo.  Son los primeros universitarios en ganar una huelga estudiantil, son los primeros en mucho tiempo en lograr un respaldo casi homogéneo de un pueblo durante un proceso de lucha, son lo que lograron que Ricky Martin, Alejandro Sanz, Andrés Calamaro y Juanes salieran del clóset de la indiferencia, y pidieran a gritos respeto por la educación pública.

A mi me tocó vivir una generación que, aunque igualmente comprometida, luchábamos desde el desánimo que provoca una derrota tras otra.

Voy a ellos y pago doble, porque saben cómo hacerlo: pudieron, pueden, y podrán.  Pero no son invencibles, necesitan de nuestro apoyo, necesitan sentirnos en los portones, en la calle, en tu centro de trabajo, en la peluquería y en el bar.
 
No los dejemos solos, que se juegan la vida por ti.