Comparto con ustedes esta refelxión que llegó a mis manos hace unas horas. Es prioridad que nos sentemos a pensar sobre lo que pasa en nuestro país. Es urgente....
Lo macabro del suceso hace parecer que algo así nunca había ocurrido en Puerto Rico: un joven gay, de a penas 19 años, fue asesinado y sus restos fueron hallados ayer desmembrados y calcinados. Pero esta cruda y perturbadora manifestación del machismo y de la homofobia que caracterizan a nuestra sociedad es tan sólo la más reciente muestra de cómo la violencia, incendiada por la fusión Iglesia-Estado burgués, sigue cobrando vidas en su encomienda de preservar su conveniente hegemonía heterosexual.
Y es que, por décadas, personas lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros (LGBT) han perdido sus vidas en manos de atacantes homofóbicos, mientras las autoridades, a pesar de contar con una Ley de Crímenes de Odio desde 2001, se hacen de la vista larga, catalogando sus muertes como meros “crímenes pasionales”.
Recordemos lo que quizás fue el más tétrico período para personas LGBT en Puerto Rico: los asesinatos de casi 30 homosexuales en manos del famoso “Ángel de los Solteros” o “Ángel de la Muerte”, quien actualmente cumple tres cadenas perpetuas, a las que fue condenado cuando no había una Ley de Crímenes de Odio. En una reciente entrevista con la estación WAPA-TV, el asesino alega que se “entregó a Dios”, pero aclara que no se arrepiente.
Las consistentes denuncias de los activistas LGBT han caído históricamente en oídos sordos, agravando el desconocimiento general en nuestra sociedad de lo que representa un crimen de odio: ataques perpetrados por discrimen, prejuicios o intolerancia, entendidos como un intento de amedrentar y amenazar al colectivo al que pertenezca la víctima.
Pero la violencia física contra personas LGBT no es un suceso aislado. El contexto de la sociedad puertorriqueña es de cotidiana y acostumbrada violencia: además de los descontrolados asesinatos relacionados con el tráfico de drogas ilegalizadas, cada año, decenas de mujeres pierden sus vidas en manos de sus compañeros sentimentales, lo que evidencia el carácter opresivo del sistema en que vivimos – un sistema ideológico que ha otorgado el poder al macho heterosexual en detrimento de la mujer y de toda persona no heterosexual.
Las personas LGBT estamos sometidas al escrutinio público, al señalamiento, a la persecución, y a la violencia. Como toda bestia acorralada, el machismo y su intrínseca homofobia embisten cada vez con más fuerza. La homofobia institucional – aquella que es ejercida de forma oficial – alienta y promueve la violencia contra toda sexualidad que trascienda los límites de lo actualmente lícito. Cada vez se hace más difícil trazar una línea entre fundamentalistas y gobernantes. Líderes religiosos nos condenan al fuego del infierno, mientras los políticos nos vomitan odio con sus difamaciones y discursos a favor de la desigualdad.
No caen en oídos sordos discursos opresivos, como los balbuceados por el corrupto Jorge de Castro Font; los “torcidos” Thomas Rivera Schatz, Evelyn Vázquez, Migdalia Padilla, Carmelo Ríos, Juan Eugenio Hernández Mayoral, Antonio Fas Alzamora y sus vergonzosos compañeros en el Capitolio; Kimmy Raschke y su asqueroso padre, Jorge Raschke; Milton Picón, de “Morality in Media”; Carlos Sánchez, de Pro Vida; y Wanda Rolón, “la apóstol” y “pastora que canta” – son todos ellos coautores de los viles asesinatos contra decenas de personas LGBT y así tenemos el deber de responsabilizarles.
Su trabajo en equipo se traduce en un alarmante aumento en la violencia contra ciudadanos LGBT, que culmina con la perseverante indiferencia de la Policía, institución machista por excelencia, y del mal llamado Departamento “de Justicia”.
Como si fuera poco, los principales medios del país, comerciales y al servicio del Gobierno y la burguesía, vociferan con regocijo la mofa y los discursos de odio para “entretener” al pueblo, a costa de la dignidad y la vida de miles de ciudadanos y, salvo en muy pocas excepciones, enmudecen cuando de denunciar la violencia contra las personas LGBT se trata. El desconocimiento, la desinformación y el silencio son la orden del día. La homofobia, hasta en sus manifestaciones más crudas, es el asunto del que no se habla; el tema que no debe tocarse.
Pero la homofobia está condenada a morir: la lucha militante y combativa ha ido rompiendo cadenas que nos mantenían reducidos al escondite y al silencio. La lucha organizada se hace más imperativa que nunca, para combatir la homofobia en todos sus niveles, lugares, y formas: desde la institucional hasta la que ocurre en el ámbito familiar; desde la violencia más extrema hasta el discurso homofóbico más sutil.
Erradiquemos la violencia homofóbica de una vez y para siempre. Métodos de lucha diversos deben ser empleados en la conquista de la igualdad política, tanto por las personas LGBT como por las demás clases oprimidas y explotadas. La nuestra tiene que ser una lucha frontal y a muerte contra el patriarcado, el machismo, la homofobia y el capitalismo. Sólo luchando, crearemos las condiciones para que por cada persona LGBT oprimida, acosada o asesinada caigan todos los cómplices, alicates y responsables, directos e indirectos, de tanto odio infundado.
Este jueves, 19 de noviembre, a las 3 p.m., todos al Capitolio. Unámonos al Comité Contra la Homofobia y el Discrimen en su llamado contra un Proyecto 1725 excluyente y que privilegia a los fundamentalistas; contra la Ley 7, sus despidos y las APP; contra el discrimen en la adopción hacia solteros y familias homoparentales; por la inclusión de las parejas del mismo sexo en las protecciones de la Ley 54; y por la aplicación, de una vez y por todas, de la Ley de Crímenes de Odio, con campañas de concienciación contra la homofobia y la transfobia en las agencias públicas.. Piquete contra el discrimen y los despidos: ¡por una sociedad inclusiva!
Hagamos valer la vieja consigna feminista: “lo privado es un asunto político”. En una sociedad patriarcal, que desalienta todo disenso a la heterosexualidad, nos desvaloriza y nos condena, ser LGBT no es meramente un asunto privado que se circunscriba al ámbito de lo personal. No se trata únicamente de quién se acuesta en la cama de quién: ser LGBT es un acto político. ¡Salgamos del armario! ¡Todos a la calle!
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