viernes, 18 de diciembre de 2009

La Casa Negra o La Casa Blanca....

Ya casi se cumple un año desde que Barack Obama juramentó como presidente de los Estados Unidos.  El mundo, aquel pobre y apaleado, bailaba de alegría, veía en el señor Obama una esperanza de justicia social y política. África era feliz, Asia tenía esperanza, y América Latina sentía menos amenaza.   

Fueron unas semanas muy empáticas para la humanidad.  Se firmó el supuesto cierre de Guantánamo.  Se redujeron las restricciones para viajar, y enviar divisa a Cuba, América Latina daba un giro progresista y el pueblo iraquí añoraba con una paz que le fue robada hace décadas... En fin, el mundo parecía un cuento fantástico, de esos que tienen conejos que hablan.  

Nunca fui obamista, pero tampoco puedo negar que me contagié con la fiebre de esperanza que se esparcía por el mundo.  Una más contagiosa que la gripe porcina.  Nadie quería una mascarilla contra un sueño de paz.   

Pocos meses pasaron para despertar en medio de una pesadilla. Aquel sueño, tan falso como un anuncio de cremas rejuvenecedoras, se desvaneció.  El "Yes we can" empezó a aplicar a unos pocos, a los mismos de siempre.  A aquellos que siempre han podido, sin importar que la Avenida Pensilvania 1600 sea una Casa Blanca o Negra.

Alfred Nobel debe estar muy orgulloso de su legado.  Supongo que siempre supo que nadie se merecía ese premio más que la Gulf Petroleum.

 

 

jueves, 10 de diciembre de 2009

Para ser paciente no hay que tener paciencia...

Eran las 1050 de la mañana, ya estaba lista: abrigo, bufanda, tarjeta de salud y un buen libro.  Iba al ginecólogo.  

Mi cita era las 11, y la oficina del médico queda a 3 minutos andando desde el portal de mi casa en Madrid, así que el tiempo iba de mi parte (cosa rara en mi que siempre suelo ir de prisa y corriendo).  

En Puerto Rico, ir al ginecólogo me suponía estar de dos a tres horas en la oficina de la doctora leyéndome cuánta revista mala del corazón había en la sala, o hablando con alguna amiga que arrastrara para que me hiciera compañía en esa agonizante espera.  

Hoy dije que no me pasaría lo mismo y me llevé un libro. Además que por lo menos al leer Vea, sabía quién era Maripily o alguna otra que ocupara portada.  En España, las revistas del corazón hablan de amoríos de toreros y futbolistas, o cualquier chisme de la realeza, en fin no tengo idea de quienes son y poco me interesa ponerme al día.  

Llego a la oficina, me siento en la sala, y abro el libro en la página que me había quedado la última vez que me senté con él.  No llegué a la segunda oración cuando la enfermera salió y llamó mi nombre.  

Me entrevisto con el doctor, que hace las preguntas de rigor, me hace la evaluación, incluyendo el tan mentado Pap.  

Acabo la revisión, sacan copia de mi tarjeta de plan médico, y me despachan.  Como cualquiera acostumbrado a la medicina comercial, ya tenía la cartera en la mano lista para pagar el deducible, cuando me dijeron "sería todo, mucha gracias, ya nos vemos para darte los resultados".

Mis circuitos empezaban a lanzar chispas, algo no cuadraba pues eran las 1140 de la mañana, y ya iba camino a casa.