Soy de letras, soy humanista y utópica (y eso no es idealista, es sentido común). Hace unos días me tope con un ensayo de Eduardo Galeano sobre Cuba, y quisiera compartir estas letras con ustedes (este no es el escrito íntegro, sino algunos párrafos que encuentro relevantes):
Nunca he confundido a Cuba con el paraíso. ¿Por qué voy a confundirlo ahora con el infierno? Yo soy uno más entre los que creemos que se puede quererla sin mentir ni callar.
Fidel Castro ocupa desde hace años un sistema de ecos de los monopolios de poder que impone la rutina de la obediencia contra la energía creadora de ese partido único, verdad única, que acaba por divorciarse de la realidad. En estos tiempos de trágica soledad que Cuba está sufriendo, el Estado omni-potente se revela omni-impotente.
Penosa situación, sin duda; que por ser cuabana se mira con lupa. Pero, ¿quién puede tirar la primera piedra? ¿No se consideran normales, en toda América Latina los privilegios del turismo extranjero? Y, peor, ¿no se considera normal la sistemática guerra contra los pobres, desde el mortal muro que separa a los que tienen hambre de los que tienen miedo?
La revolución cubana vive una creciente tensión entre las energías de cambio que ella contiene y sus petrificadas estructuras de poder. Los jóvenes, y no solo los jóvenes, exigen más democracia. No un modelo impuesto desde afuera, pre fabricado por quienes desprestigian a la democracia usándola como coartada de la injusticia social y la humillación nacional. La expresión real, no formal, de la voluntad popular, quiere encontrar su propio camino. Desde adentro y desde abajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario